Únete a nuestra comunidad de SUSCRIPTORES y sé parte de la conversación.
Para suscribirte, simplemente introduce tu correo electrónico en nuestro sitio web o haz clic en el botón de suscripción a continuación. No te preocupes, respetamos tu privacidad y no te enviaremos spam. Tu información está segura con nosotros.Para suscribirte, simplemente introduce tu correo electrónico en nuestro sitio web o haz clic en el botón de suscripción a continuación. No te preocupes, respetamos tu privacidad y no te enviaremos spam. Tu información está segura con nosotros.
Boyacá, tierra de montañas, historia y tradiciones, guarda entre sus caminos rurales un triángulo turístico que cada vez gana más fuerza: Villa de Leyva, Ráquira y Sutamarchán, tres destinos que, sin perder su esencia campesina, invitan al viajero a desconectarse de la rutina y reconectarse con la cultura, la tierra y la hospitalidad local.
Villa de Leyva: entre el vino, el desierto y la historia
A solo tres horas de Bogotá, Villa de Leyva conserva un aire detenido en el tiempo. Su Plaza Mayor empedrada, considerada la más grande de Colombia, es solo la antesala de una experiencia más amplia. En los últimos años, el turismo rural ha cobrado fuerza con iniciativas que van desde el recorrido por viñedos —como el de Ain Karim, donde se cultiva uva boyacense y se produce vino local— hasta granja-tours ecológicos, caminatas por los Pozos Azules y visitas al Parque FIBAS, que ofrece actividades de meditación y conexión espiritual en medio del paisaje semidesértico.
Los visitantes pueden hospedarse en fincas a las afueras del casco urbano, participar en talleres de agricultura ecológica o simplemente disfrutar del silencio andino y los cielos estrellados, que hacen de Villa de Leyva un destino de contemplación.
Ráquira: el alma artesanal de Boyacá
A menos de 30 kilómetros de Villa de Leyva, Ráquira se levanta entre montañas como un pueblo de colores vivos y calles donde la artesanía no es una atracción, sino una forma de vida. Reconocida por sus trabajos en cerámica y alfarería, esta localidad es famosa por las fachadas decoradas, los talleres familiares abiertos al público y los mercados donde se venden piezas únicas.
Además de comprar artesanías, los visitantes pueden participar en talleres de barro, recorrer el Monasterio de La Candelaria, caminar por senderos rurales y conocer festividades como el Festival de los Cargueros, donde los campesinos desfilan con cargas artesanales sobre sus hombros, evocando prácticas ancestrales.
Sutamarchán: sabor campesino y tierra fértil
Este municipio agrícola se ubica a pocos minutos de Ráquira y es conocido por dos cosas: sus chorizos boyacenses —reconocidos a nivel nacional— y su famosa Tomatina, un evento inspirado en la tradicional batalla de tomates española, pero con sabor local.
Sutamarchán es mucho más que una parada gastronómica: sus alrededores están salpicados de cultivos de curuba, fresas, papa y uva, viñedos en crecimiento y paisajes ideales para el senderismo rural. También es hogar del Convento del Santo Ecce Homo, fundado en 1620, donde se puede asistir a retiros espirituales o simplemente disfrutar de la arquitectura colonial y el entorno natural que lo rodea.
Entre cuevas sulfurosas como “El Juraco del Diablo”, cascadas ocultas y fincas rurales, el municipio ofrece un contacto directo con la vida campesina boyacense.
Un destino tejido con manos campesinas
Este corredor rural en el corazón de Boyacá no solo atrae por sus paisajes, sino por su autenticidad. La combinación de historia, arte, gastronomía y tradición convierte a Villa de Leyva, Ráquira y Sutamarchán en una de las experiencias más completas del turismo alternativo en Colombia. Una apuesta que no solo beneficia a los viajeros, sino que fortalece la economía local y preserva oficios y saberes ancestrales.